Manifestación de apoyo a Tchiani en Níger |
Marx tiene categorías literarias predilectas para caracterizar políticas. Una es inglesa, el robinsonismo; otra francesa, el tartufismo. Para la revolución en sí, reserva Shakespeare. En el Manifiesto del Partido Comunista, usa, para presentar la revolución, dos comparaciones que hace El Bardo: el padre de Hamlet con el fantasma (que en el Manifiesto recorre el mundo) y a Robin Goodfellow, en Sueño de una noche de medioverano, que alude al viejo topo de la historia y en el Manifiesto es el papel de la Revolución en ella.
Pero referido precisamente al colonialismo europeo, su referencia literaria es Tartufo. Escribió Marx en el New York Daily del 16 de septiembre de 1857. “El Times de Londres carga las tintas (contra los cipayos de India) no solamente por pánico. Proporciona a la comedia un tema en el que Moliere mismo no había reparado, El Tartufo de la venganza. (…) John Bull (equivalente de Macron) necesita estar inmerso en gritos de venganza hasta las orejas, para hacer olvidar que su gobierno es el responsable del mal que se incubaba y de las dimensiones colosales que ha permitido que adquiera”.
“¡Golpe de Estado!”, “¡Autoritarismo!”, “¡Devuelvan la democracia!”, grita el presidente francés y amenaza a Níger, primero con una invasión de cipayos, luego con caza propio violando cielo nigerino, reportado el miércoles por Niamey y yihadistas liberados por tropas francesas, del mismo reporte. El martes para mayores gritos de venganza, se hizo presente en Níger la funesta Victoria Nuland. El gobierno no la recibió pero la vicesecretaria de Estado de Biden dio instrucciones a las tropas yanquis en el terreno.
Lo mismo grita Biden, “para hacer olvidar que su gobierno (igual que el de Francia) es responsable del mal que se incubaba y de las dimensiones colosales que ha permitido que adquiera”. Sin embargo, Marx se equivoca en que Moliere no reparó en los tartufos de la venganza. Acaso no en su comedia, pero los tenía bien presentes en su propia vida.
Tartufo es el más célebre de los hipócritas y falsos moralistas, un personaje y el nombre de una comedia de Moliere, que hace 44 años vi ensayar y protagonizar a Luis Cerminara. En aquellos años, Cinemateca estaba exhibiendo la película Moliere, de Ariadne Moutchkine y tenía una escena en Versalles donde Moliere, encargado por Luis XIV de los fuegos artificiales de una fiesta, le soporta al rey grititos de venganza ante su pasividad rebelde y le contesta, falsedad a falsedad, “oui, Lui, Lui”, mientras piensa otras cosas. Moliere detestaba los fuegos artificiales.
El Moliere de la Moutchkine, el verdadero, fue casi un director de murga por la vida trashumante que llevaba de tablado en tablado, a marcha carreta, hasta que sedujo a Luis XIV, “oui, Lui, Lui”. Entonces pasó su genio a ser el todavía obsesivo amante de un teatro dedicado a la vida aún entre las intrigas de la corte y aún si, para eso, él mismo tuvo que emplearse en parte en el tartufismo. Tartufo era toda la hipocresía de Francia, del clero, de la nobleza, pero en la escena final aparecía la orden de “Lui, Lui” para condenarlo.
Recientemente vi en Alfabeta, el Moliere de Laurent Tirard, con la magnífica actuación de Fabrice Luchini en un pasaje de Tartufo, pero Tirard se vale de la obra de Moliere, desempolvando pasajes de sus comedias y mostrándolo humano, creíble, a costa de un inverosímil brillo de época que Moutchkine destruye en las seis horas de rigurosa biografía de Moliere en su propia época, cuando tenía razones y daba motivos para ser perseguido por la iglesia, recelado por la corte y tartufeado por el rey. No se puede decir que el Moliere de Tirard sea el de la Francia de Macron. Tiene crítica de las clases que Moliere criticaba y un abordaje libre y desprejuiciado de la psicología de sus personajes. Pero sí que es de Macron la Francia de este Moliere. Salí del cine pensando “qué lindo sería vivir en el siglo de Moliere en el Reino de Francia”, como aquella multimillonaria yanqui que a la salida de Lady sing the blues declaró que si volviera a nacer, querría nacer negra en el barrio de Billy Holliday.
El tartufismo de las recreaciones occidentales de la historia, sobre todo cuando refieren al racismo, es históricamente insuperable.
Hoy el Tartufo indignado y vengativo ante las acusaciones en su contra de Burkina Faso, Mali, Guinea, Argelia, Mauritania, el Saharaui y ahora Níger, entre otros del Sahel, primero dice que sus 1.500 tropas sumadas a las 1.200 de Estados Unidos en Níger y a varias ramales de Alkaeda, armadas de última generación con decenas de miles de dólares y euros en armas que iban (algunas quizás en principio fueron) supuestamente a Ucrania, pero, a través del mercado negro terminaron en la frontera de Níger con Burkina Faso y con Mali, “restaurarán la democracia” (Macrón le hace bullying a la democracia).
Pero sin ningún apoyo popular manifiesto, todas las fuerzas neocolonialistas fueron superadas por el ejército Nacional del general Abdurahaman Tchiani, el 26 de julio, cuando instaló un “regimen autoritario” (lo “descansan” al autoritarismo) en Níger.
Enseguida los “no solamente gritos de pánico” crecieron de volumen. Dijeron que las manifestaciones multitudinarias en toda esta semana de apoyo a Tchiani, que nunca tuvo Bazum (su predecesor cipayo), quien ganaba elecciones que tenía que repetir cada año por fraudulentas y cada año volvía, con falsa devoción, a hacer el fraude sin ningún apoyo popular, “serán aplastadas por una coalición de estados del oeste africano antes del domingo 6 de agosto”. El viernes 11 Francia, en comunicado oficial del Ministerio de Exteriores, dio luz verde a la invasión, apoyando una resolución de Nigeria del 10 de agosto que moviliza tropas de reserva .
Llegaron los Wagner a Níger la semana pasada. Tchiani llamó a movilización general, pasó el 6 de agosto, el 7, el 8, el 9... y esta prolongación de la guerra de Ucrania, que fue, a su vez, prolongación de la guerra de Libia, está esperando los hipersónicos que la saquen del Sahel a París-New York. ¿Qué les advirtió Putin sobre la guerra moderna?
Macron “necesita estar inmerso en gritos de venganza hasta las orejas, para hacer olvidar que su gobierno es el responsable del mal que se incubaba y de las dimensiones colosales que ha permitido que adquiera”. Lleva décadas saqueando Níger. La multinacional Orano-Areva no tuvo reparos en dejar al aire libre millones de toneladas de lodo radiactivo que contaminan el agua potable. Por ejemplo, la mina de Cominak en Arlit, en el Sahara, explotada por Areva-Orano durante cuarenta años y que lleva dos años cerrada, vertió unos 20 millones de toneladas de lodos radiactivos, cuyas partículas se dispersan al viento con todas las terroríficas consecuencias que conlleva, pero las casas de barro de los trabajadores de las minas, una vez que cierran, nos cuenta Ermelinda Malcotte, activista de derechos humanos desde Bruselas, en Data Urgente, “son destruidas por los franceses para no dejar evidencia para un juicio”. Que la radioactividad se esparza por todos los rincones de Níger donde casi dos mil trabajadores mineros desocupados se están buscando la vida nuevamente.
Mientras tanto, Tchiani cortó la salida de uranio hacia Francia, donde el combustible nigerino alimentaba el 30% de las centrales nucleares que dan luz al país galo. En retaliación, París-New York impuso sanciones a Níger que lo dejaron en un 80% a oscuras, porque la neocolonial británica Nigeria las acató y, en cuarenta años de saquear el uranio nigerino, Francia no permitió a Níger ni una solo central energética. No es raro. África produjo la mayor parte del oro de Europa del siglo y está todo en bóvedas de bancos europeos, mientras en los bancos centrales africanos no hay nada. Cada tanto va Tartufo a darle a África, en “ayuda humanitaria”, alguna migaja del banquete que le roba.
En Níger, la mortalidad infantil es del 11,5 % (tercer lugar del mundo), la esperanza de vida promedio es de 52 años para los hombres y 54 años para las mujeres. Más del 40 por ciento de los niños menores de 14 años trabajan en minas de uranio para Francia, enferman, mueren sin posibilidad de tratamiento. Es el resultado de décadas de explotación estadounidense y francesa de un país repleto de oro, diamantes y uranio.
Moshen Abdelmoumen, periodista argelino, denuncia: “En cuanto a la lucha contra los yihadistas, ¿desde cuándo lucha Francia contra el yihadismo? ¿No es el ex ministro de Asuntos Exteriores de Hollande, Laurent Fabius, quien declaró que Al-Nusra “estaba haciendo un buen trabajo en Siria”? ¿Francia no acogió, supuestamente en nombre de los sacrosantos “derechos humanos”, a los asesinos del pueblo argelino y todavía hoy da asilo a individuos considerados terroristas por el Estado argelino? ¿Quién se manifiesta cuando quiere en las calles de París? ¿No entrevistó recientemente el canal France24, la voz del Quai d’Orsay, al jefe de AQMI?
La Operación francesa Barjan en el Sahel nunca tuvo la intención de luchar contra el terrorismo, solo sirvió para proteger el robo de riqueza por parte de las multinacionales, incluido el oro de Mali. Hace unos días el general Tchiani explicaba muy bien la situación: “Hemos localizado a menudo a los terroristas, pero cuando pedimos atacarlos para eliminarlos, el presidente Bazum (hoy preso) nos dijo que primero pidiéramos permiso a los franceses. Pero nuestros soldados caían en el frente y Francia no hacía nada… Decidimos hacer lo mismo que Mali y Burkina Faso”.
Usted no deduzca nada. ¿Cuándo Níger es autoritarismo? y ¿cuándo es democracia? Biden y Macron se lo van a decir.
¡Qué semejantes tartufos de la venganza se perdió Marx para sus crónicas del colonialismo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario