Pedro Castillo |
Esta columna no se dedicó a las elecciones en Ecuador en ningún momento de la campaña electoral, por dos motivos. Estaba a favor de Andrés Arauz sin mayores bemoles y no las consideraba claves.
Daniel Devita,
el rapero argentino de La Patria Grande, que todos los días tiene encuentros en
las redes con miles y miles de ciudadanos de nuestro continente, admirable el gran
artista también en su faceta periodística de hecho, insistió en que un triunfo
de Arauz sería el golpe de gracia al Imperio, tras las victorias de México,
Argentina, Bolivia, Chile y Venezuela. Soy asiduo oyente de sus charlas y
compartía su esperanza, pero ya había escrito en varias entregas de esta
columna, anteriores a las elecciones bolivianas, que la clave era Bolivia, “la
fecha boliviana”, el centro territorial del Sur de nuestro continente isla.
Cuando en la
primera vuelta quedaron técnicamente empatados en el segundo lugar para pasar
al balotaje, el banquero Guillermo Lasso y Yaku Pérez, un dirigente indigenista
igual de neoliberal que el banquero pero impresentable en rol de candidato
presidencial, temí que la elección de Lasso por parte del Consejo Nacional
Electoral, fuese acertada a los intereses del establishment.
Lasso era la
cuarta vez que competía por la Presidencia. Sabe hablar bien, agendar sus
temas, tiene carpeta, era conocido y la insistencia no deja de ser un factor de
encanto. En suma Jorge Batlle y con ventaja, porque el lawfare proscribió a
Rafael Correa, quien ni siquiera podía ser nombrado por Arauz ni utilizada su
imagen en la campaña, ya de por tanto fraudulenta.
Contaba
además, el viejo insistente, con el asesoramiento de Durán Barba, el mismo que
asesoró a Macri, y con el voto nulo de Yaku Pérez, un auténtico topo en las
organizaciones indígenas, CONAIE.
Mis temores
se acrecentaron viendo y reviendo el debate televisivo entre ambos candidatos
al balotaje. Arauz hizo un buen papel (mejor incluso que Scioli en su debate
con Macri de 2015), pero en la dinámica de preguntas sin responder en que se
transforman esos debates, el mayor golpe fue de Lasso, al comparar su
trayectoria de trabajador pre bancario, sacrificado y local, con “los colegios
más caros de Ecuador y de Estados Unidos que tu padre pudo pagarte” de Arauz.
Durán Barba llegó a tiempo para indicarle a Lasso que no dejara pendiente la
pregunta de qué elige entre el país y la banca, pero los asesores de Arauz no
prestaron debida atención a un tema en ese caso mayor, de imagen.
Después,
todo el desgaste restante lo hizo el monopolio mediático, identificando a Correa
con su ex vicepresidente Lenin Moreno y a éste con Arauz, mostrando a Lasso
como el cambio, cuando Lasso fue en rigor quien
le dio los votos a Moreno en el Congreso para su espantoso programa
neoliberal y es quien lo continuará hasta dejar a Ecuador tirado, a la manera
en que Jorge Batlle dejó a Uruguay.
Fueron
muchos los errores del correísmo, desde un lobbies neoyorquino que es al revés
(de Washington en Ecuador, con incidencia PSOE de Baltazar Garzón, a esta
altura yeta endémica de sus clientes), hasta la insuficiencia de fidelización
de sus cuadros (no puede ser que tantos te traicionen, tu vicepresidente,
gobernadores, alcaldes, legisladores… ), pero no perdió en términos absolutos.
Es la principal fuerza política de Ecuador, hizo Arauz una intensa campaña virtuosa,
similar a la de Haddad en Brasil y se posicionó hacia el futuro, junto a su
candidato a Vice, Carlos Rabascal, haciéndose conocer con experiencia temprana
de amplia proyección.
Tampoco me
referí en extenso a Perú, cuyo panorama político fue incierto hasta que comenzó
a crecer decididamente el candidato sindicalista, socialista, amigo de
Venezuela, sin sucedáneo proselitista de sí mismo, tal suelen fallar los
candidatos de izquierda, ni eufemismos de agencia publicitaria, para esa
antigualla de “ganar el centro”, que en todos los comicios desde hace décadas, se
demuestra falaz.
Así, con un
programa radical antiyanqui que incluye un “Perú socialista”, Pedro Castillo le
ganó con luz la posición de representante de la izquierda a la candidata más mediática
Verónica Mendoza, con su agenda Soros de adular al imperialismo y hablar de
cuestiones accesorias, con un spot Micky Vainilla de pop divertido.
El 6 de
junio Pedro Castillo disputará la Presidencia con los derechistas, Hernardo De
Soto, Keiko Fujimori o Johny Lezcano, técnicamente empatados en el segundo
lugar, a cinco puntos del candidato de la izquierda, quien ahora debe lograr el
apoyo de otros cuatro definidos izquierdistas entre los dieciocho que
participaron de la primera vuelta. Juntos por Perú, de Mendoza obtendría un 8 %,
en el sexto lugar, luego de haber encabezado las encuestas de los medios
durante semanas, y un poco menor porcentaje obtendría el Frente Amplio de Marco
Arana. La unidad de estos tres grupos le daría buena chance a Pedro Castillo
después de cincuenta años de gobiernos de derecha o de “centro” en Perú, desde
tiempos de Velazco Alvarado.
La posición
de la que arranca el dirigente magisterial Pedro Castillo se parece bastante a
la de Néstor Kirchner en 2003. Viene a llenar el vacío producido por la ruina
neoliberal en que Perú ha quedado, similar a Argentina después de De la Rúa.
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