viernes, 30 de abril de 2021
Las señales de Joe y las de Luis
domingo, 25 de abril de 2021
Los errores que no volvería a cometer en La Onda
Mil números
son una tentación. Si uno los compra todos tiene alta probabilidad de sacar la
lotería. Si usted abre con afán científico el archivo de La Onda, con sus mil números
que éste completa, va a ver que el azar puso de título 1 del número 3, el
primero que aparece por antigüedad en el archivo, porque el viejo servidor
borró los dos primeros números, “Decenas de uruguayos mueren cada año de gripe”,
firmado J.C. Rossi.
En el número
mil, mueren decenas de uruguayos cada día de una enfermedad que Bolsonaro dijo
que es una “gripecita”, pero no sale en título uno de ningún medio masivo. Nos consta.
Revisar los
archivos veinte años después puede resultar una tarea bastante ingrata, incluso
a quienes hemos vivido con ellos de hígado para digerir información. Me gustaba
visitarlos presencialmente más que hoy a Google. El periodismo tiene ése, entre
sus pocos encantos -esto es personal-, ése y escribir contra reloj, adrenalina
a tope, porque los sucesos hacen así, se suceden. Uno pronostica el domingo y
el diario del lunes cubre nuevos sucesos o explora viejos archivos, que ratifican
o desmienten para mayor adrenalina, para mejor estima de cuánto ignoramos.
Veinte años
después, cuando infinitos sucesos se sucedieron para marcarnos los errores de
pronóstico, nos reconocemos ignorantes sin remordimiento, porque dice bien
Jaliffe, siempre se trata de no escribir lo que pasó, sino lo que va a pasar.
Yo escribí
con años de antelación que iba a ganar Tabaré en 2004 y que para eso teníamos
que hacer una campaña hacia el centro. Conocía de buena fuente la anécdota de
que Chávez, ya Presidente de Venezuela, le había dicho, “cuenta conmigo para lo
que necesites, ya sea que hable bien de ti o que hable mal de ti”. Supuse que
algo similar le había dicho Fidel y Vázquez lo utilizó, pero cuando llegó 2005
y vi que la estrategia de campaña se transformaba en programa de gobierno, lo
denuncié y advertí contra la falta de audacia, contra el abandono de canal uno,
contra “la patria forestal” que eran negocios de la oposición atados y bien
atados, en fin… contra la falta de vocación de poder y de política, a cuenta de
la gestión administrativa del gobierno.
Hoy pienso
que opinaba equivocado, que no se trataba de una coyuntura nacional, que nuestros
vecinos tampoco alcanzaban el punto de resolución política, precisamente por
aquella campaña que, más allá de la arenga sobre “hacer temblar las raíces de
los árboles”, no proponía en concreto un horizonte de cambio de poder. Porque
la prensa opositora, apabullante y aplastante en su hegemonía, respondía a
nuestras críticas con un muy razonable, “…nos perdimos el capítulo en que el
pueblo votó hacer la revolución”.
Hoy pienso
que, de nuestros presidentes progresistas en América del Sur, el único que hizo
todo bien fue Hugo Chávez, haya dicho lo que haya dicho en público y en privado
sobre sus pares.
Fue el único
que previó que la disyuntiva era confrontar o resignarse y que, para confrontar,
había que prepararse ante cualquiera de las posibles respuestas del enemigo.
Su más
cercano seguidor fue Evo Morales, en el centro territorial del Sur de este
continente isla. Ambos, Chávez y Evo, se proclamaron marxistas, definieron a
sus partidos socialistas, sin dejar por eso de integrar a todas las religiones,
los movimientos sociales, las tradiciones, pero con un proyecto de futuro, que
iba más allá de un “postneoliberalismo” incierto.
Hoy pienso
que no importa tanto cuán utópico sea el proyecto. Importa más nuestra
diversidad, qué peso tan diferente ponemos en nuestro plato de la balanza, qué
tan nuestro es el negocio que debemos defender.
Ser la “democracia
plena” del New York Times y del Washington Post no es un éxito nuestro, el
forestal y las tierras extranjerizadas no es un negocio nuestro; a la hora de
las campañas pautan para el statu quo y prestigian la plutocracia. Excitan
muchísimo a “nuestros” politólogos televisivos, pero no excitan a nuestro
pueblo ni le convienen.
La cuestión se
presenta con candente actualidad si atendemos las recientes declaraciones del
maestro rural Pedro Castillo, candidato favorito a Presidente de Perú en el
balotaje del 6 de junio próximo, según todas las más recientes encuestas. Castillo
ganó sorprendiendo en la primera vuelta con un margen que ninguna encuesta
previó, representando a Perú libre, un partido que se define marxista-leninista
e, incluso, es tipificado por la prensa hegemónica “marxista-leninista-maoísta,
continuador del brazo político de Sendero Luminoso”, la guerrilla rural que
condujo Abimael Guzmán en los años ochenta. Castillo dobló la votación, en
primera vuelta, de la candidata de centro izquierda Verónica Mendoza que
aparecía favorita con un discurso desmarcado del chavismo porque, según los
politólogos, su afinidad chavista le había hecho perder las elecciones de 2016
en las que estuvo a un punto de pasar a balotaje. Castillo criticó duramente
los tacticismo electoreros de los otros tres candidatos de izquierda, se
declaró amigo del gobierno venezolano y les ganó a todos por paliza, pero
ahora, que disputa el balotaje con Keiko Fujimori, adopta el discurso de sus “parientes
ideológicos” vencidos, ahora aliados a él. El 22 de abril dijo que “el señor
Maduro no se meta a hablar de Perú y venga a llevarse a los delincuentes
venezolanos…” en referencia a los inmigrantes que son mal vistos por la población
peruana, según las encuestas.
La frase fue
un claro mandato de asesores de imagen, porque viene a responder a muy antiguas
referencias de Maduro a que muchos venezolanos emigrantes son maltratados en
los países de acogida, Perú, Ecuador y Colombia.
Tiempo
después de mis errores sobre lo inocuo de una imagen electorera bajo el
principio de ganar, leí un trabajo del español Javier Ortiz, que profundiza en
el concepto leninista “contemporizar es la muerte”. “Si la vida me diera de
nuevo la oportunidad -escribió Alberto Mastra-, de volver a vivirla otra vez…”
no contemporizaría por campaña electoral, porque, además, el principio de ganar
se ha vuelto de aplicación demasiado controvertible, con los desempeños de
campaña blanda de Martínez, Arauz y la propia Mendoza, a contrapelo de los de Luis
Arce y el propio Pedro Castillo y el costo del pensamiento débil a la hora de gobernar
se está reiterando en Argentina con síndrome Uruguay 2005. Apaguen a Zuasnábar
y escuchen bien los recientes resultados electorales. Estos pueblos están hartos
de eufemismos, sucedáneos y conciliábulos.
Por
supuesto, es mejor Pedro Castillo que Keiko Fujimori, Alberto Fernández que Mauricio
Macri y lo hubiesen sido Daniel Martínez que Luis Lacalle y Andrés Arauz que
Guillermo Lasso y, de aquí a Marte, Luis Arce es muchísimo mejor que Carlos
Mesa, pero sigue vigente la cuestión de las grandes ideas fuerza de la izquierda.
El 10 de
abril oí el discurso de apertura de Raúl Castro al octavo congreso del Partido
Comunista de Cuba. Más de dos horas que
dan para más de cien de discusiones, acuerdos y discrepancias, pero no puede
pasarme desapercibido que más de una vez dijo “el socialismo y por lo tanto la
independencia nacional”.
“Salvando
las distancias”, dijo antes de referirse a “las experiencias de China y Vietnam”.
Bueno, “salvando las distancias”, digo yo al referirme a Cuba, pero pienso,
desde filas sectoriales que nunca fueron la suya, que Vivián Trías cada día le
acierta mejor. Y lo dejo con los perfiles del estrado: Martí, Baliño, Mella,
Fidel. En nuestro país, tan raro, lo pongamos junto a quienes lo pongamos,
siempre el más avanzado va a ser Artigas. Siempre y cuando no lo reduzcamos, José
Gervasio Artigas alcanza, con su reglamento de tierras y los perros cimarrones,
para no quedarnos nunca cortos de propuestas y para desarrollar capacidad de
confrontación que permita concretarlas y sostenerlas.
lunes, 12 de abril de 2021
Lasso ganó a lo Jorge Batlle; Pedro Castillo a lo Kirchner
![]() |
Pedro Castillo |
Esta columna no se dedicó a las elecciones en Ecuador en ningún momento de la campaña electoral, por dos motivos. Estaba a favor de Andrés Arauz sin mayores bemoles y no las consideraba claves.
Daniel Devita,
el rapero argentino de La Patria Grande, que todos los días tiene encuentros en
las redes con miles y miles de ciudadanos de nuestro continente, admirable el gran
artista también en su faceta periodística de hecho, insistió en que un triunfo
de Arauz sería el golpe de gracia al Imperio, tras las victorias de México,
Argentina, Bolivia, Chile y Venezuela. Soy asiduo oyente de sus charlas y
compartía su esperanza, pero ya había escrito en varias entregas de esta
columna, anteriores a las elecciones bolivianas, que la clave era Bolivia, “la
fecha boliviana”, el centro territorial del Sur de nuestro continente isla.
Cuando en la
primera vuelta quedaron técnicamente empatados en el segundo lugar para pasar
al balotaje, el banquero Guillermo Lasso y Yaku Pérez, un dirigente indigenista
igual de neoliberal que el banquero pero impresentable en rol de candidato
presidencial, temí que la elección de Lasso por parte del Consejo Nacional
Electoral, fuese acertada a los intereses del establishment.
Lasso era la
cuarta vez que competía por la Presidencia. Sabe hablar bien, agendar sus
temas, tiene carpeta, era conocido y la insistencia no deja de ser un factor de
encanto. En suma Jorge Batlle y con ventaja, porque el lawfare proscribió a
Rafael Correa, quien ni siquiera podía ser nombrado por Arauz ni utilizada su
imagen en la campaña, ya de por tanto fraudulenta.
Contaba
además, el viejo insistente, con el asesoramiento de Durán Barba, el mismo que
asesoró a Macri, y con el voto nulo de Yaku Pérez, un auténtico topo en las
organizaciones indígenas, CONAIE.
Mis temores
se acrecentaron viendo y reviendo el debate televisivo entre ambos candidatos
al balotaje. Arauz hizo un buen papel (mejor incluso que Scioli en su debate
con Macri de 2015), pero en la dinámica de preguntas sin responder en que se
transforman esos debates, el mayor golpe fue de Lasso, al comparar su
trayectoria de trabajador pre bancario, sacrificado y local, con “los colegios
más caros de Ecuador y de Estados Unidos que tu padre pudo pagarte” de Arauz.
Durán Barba llegó a tiempo para indicarle a Lasso que no dejara pendiente la
pregunta de qué elige entre el país y la banca, pero los asesores de Arauz no
prestaron debida atención a un tema en ese caso mayor, de imagen.
Después,
todo el desgaste restante lo hizo el monopolio mediático, identificando a Correa
con su ex vicepresidente Lenin Moreno y a éste con Arauz, mostrando a Lasso
como el cambio, cuando Lasso fue en rigor quien
le dio los votos a Moreno en el Congreso para su espantoso programa
neoliberal y es quien lo continuará hasta dejar a Ecuador tirado, a la manera
en que Jorge Batlle dejó a Uruguay.
Fueron
muchos los errores del correísmo, desde un lobbies neoyorquino que es al revés
(de Washington en Ecuador, con incidencia PSOE de Baltazar Garzón, a esta
altura yeta endémica de sus clientes), hasta la insuficiencia de fidelización
de sus cuadros (no puede ser que tantos te traicionen, tu vicepresidente,
gobernadores, alcaldes, legisladores… ), pero no perdió en términos absolutos.
Es la principal fuerza política de Ecuador, hizo Arauz una intensa campaña virtuosa,
similar a la de Haddad en Brasil y se posicionó hacia el futuro, junto a su
candidato a Vice, Carlos Rabascal, haciéndose conocer con experiencia temprana
de amplia proyección.
Tampoco me
referí en extenso a Perú, cuyo panorama político fue incierto hasta que comenzó
a crecer decididamente el candidato sindicalista, socialista, amigo de
Venezuela, sin sucedáneo proselitista de sí mismo, tal suelen fallar los
candidatos de izquierda, ni eufemismos de agencia publicitaria, para esa
antigualla de “ganar el centro”, que en todos los comicios desde hace décadas, se
demuestra falaz.
Así, con un
programa radical antiyanqui que incluye un “Perú socialista”, Pedro Castillo le
ganó con luz la posición de representante de la izquierda a la candidata más mediática
Verónica Mendoza, con su agenda Soros de adular al imperialismo y hablar de
cuestiones accesorias, con un spot Micky Vainilla de pop divertido.
El 6 de
junio Pedro Castillo disputará la Presidencia con los derechistas, Hernardo De
Soto, Keiko Fujimori o Johny Lezcano, técnicamente empatados en el segundo
lugar, a cinco puntos del candidato de la izquierda, quien ahora debe lograr el
apoyo de otros cuatro definidos izquierdistas entre los dieciocho que
participaron de la primera vuelta. Juntos por Perú, de Mendoza obtendría un 8 %,
en el sexto lugar, luego de haber encabezado las encuestas de los medios
durante semanas, y un poco menor porcentaje obtendría el Frente Amplio de Marco
Arana. La unidad de estos tres grupos le daría buena chance a Pedro Castillo
después de cincuenta años de gobiernos de derecha o de “centro” en Perú, desde
tiempos de Velazco Alvarado.
La posición
de la que arranca el dirigente magisterial Pedro Castillo se parece bastante a
la de Néstor Kirchner en 2003. Viene a llenar el vacío producido por la ruina
neoliberal en que Perú ha quedado, similar a Argentina después de De la Rúa.
sábado, 10 de abril de 2021
El cuento de Luis que se creyó su propio cuento
Había una vez un presidente que era una agencia de publicidad. No lo dijo el Frente Amplio; lo dice El País en titular y nota uno de tapa: “Lacalle Pou se aferra a la aprobación popular ante el ataque de la oposición”. Para analizar la situación y tomar medidas, el gobierno “revisa a diario reportes detallados sobre la percepción de la gente”.
A ver, Luis,
supongamos que los números de Zuasnábar podrían llegar a haber sido ciertos
alguna vez. Eso quiere decir que existe un porcentaje de uruguayos, que Equipos
dibuja mayoritario, que se creyó que lo que hiciste el año pasado respecto a la
epidemia, alcanzó, que estuvo bien, que no se pudo hacer con recursos y medidas suficientes para librarnos de la epidemia con sólo seguir controlando las fronteras, igual que una tercera parte del mundo ya se libró desde hace un año.
El problema
es que tú creas que alcanzó y estuvo bien sólo porque puedes dibujar que la mayoría
de los uruguayos lo creyeron.
Si tú lo
crees, allá tú. Zuasnábar puede seguir dibujándote mayorías hasta que tú creas
que no tomando medidas, “aferrado” a tu propio cuento, la realidad no cuenta,
nadie se da cuenta de la realidad, pero un día, o una noche, alguien lo va a
decir.
Porque ocurre,
Luis, que perciba lo que perciba la gente, algunas cosas no son objeto de percepción.
Son hechos. Y son hechos políticos, no de mercadeo publicitario. No hay
blindaje mediático que te salve de tu propio autoengaño. Al contrario. Todos
los medios van a seguir diciendo que Luis va vestido cuando todo el pueblo vea
que Luis va desnudo, aunque no lo diga.
Ese cuento es
tuyo pero no lo inventaste tú. Es el famoso rey del cuento, desenmascarado y
desnudo.
A esta
altura, está difícil hacernos creer que te importa otra cosa que tus banqueros
que extraen plusvalía para llevársela en transatlántico. Tan difícil es que no
lo percibamos que ni siquiera intentas ocultarlo. No hablas más del “malla oro”
(dicho sea, de paso, Luis, está visto que ni siquiera miraste alguna vez el
resumen de una etapa de ciclismo: el malla oro no tira del pelotón; va en medio
del pelotón protegido por su equipo).
Estás
jugado a la admiración que le haces sentir a los trabajadores que generan la
riqueza por aquellos que se la afanan para llevársela en transatlántico. Los expertos
comunicadores que nos gobiernan deberían advertírtelo. Muchas veces se dice: “hasta
un niño se da cuenta”. Bueno, hasta un niño se da cuenta que si hubieses tomado
medidas según la realidad (desde hace un año) y no según la percepción dibujada
por tu agencia, hoy no estaríamos en la catástrofe que estamos.
Y cuando un niño se da cuenta, lo dice y cuando lo dice, Luis, ni siquiera tú puedes seguir creyéndotelo y va a taparte un caceroleo que te va a sorprender.
Porque ya
nadie va a querer oír tus cuentos. Y no vamos a ser los frenteamplistas. Va a
ser “la aprobación popular” que hoy le haces a Zuasnábar batir errada.