viernes, 2 de marzo de 2018
Los convocados de ANDEBU
El gobierno ha recibido un ultimátum. Eso se percibe. Quizás desde que asumió. Era ya el tercer gobierno del FA. El poder, la plutocracia, sintió en particular que el primer gobierno del FA sería un fracaso por sí sólo, que se partiría, que había que esperar simplemente a que la gente se desilusionara, pero el gobierno sobrevivió y el FA llevó a la presidencia a Mujica. Entonces el poder redobló la apuesta en su sentimiento, el fracaso de Mujica sería un ridículo internacional, pero el mundo a Mujica lo declaró sublime, lejos de un fracaso, fue internacionalmente top model. A la tercera mayoría absoluta del FA, con Mujica senador más votado tras su presidencia, el poder la sintió inadmisible.
Uruguay no es un país donde la oligarquía haya sido en el siglo XX tan fuerte como en los otros países de Sudamérica. Arrastró esa oligarquía los pequeños importantes daños que pudo hacerle el viejo Batlle con los blancos independientes y en segundo orden el viejo Herrera hasta fines del gobierno de Luis Batlle. Aún hoy le aquejan de aquella época algunas derrotas bastante significativas, pero ninguna tan afrentosa como la del 1 de marzo de 2015.
En Argentina, probablemente, el poder le planteó a Kirchner, ya de una, el primer día de su primer gobierno, que iba a tolerarlo un sólo período. Tuvo que aguantarle dos más, incluidos los años de "la yegua". Plaza de Mayo sabe mandar desde los tiempos del joven Perón. En Brasil a Lula el poder tuvo que respetarlo a puro pacto, pese al desdén de Jorge Batlle: "el mercado no cree en Lula".
Los primeros momentos del gobierno Obama les dieron a Lula, a Cristina, al propio Chávez y al mundo entero un incierto respiro y nuestra América disfrutó de la incidencia china global y de la emergencia de los BRICS, pero los BRICS eran cíclicos, por devenir en parte de deslocalización de capitales y por no tener un motivo geopolítico determinante y el crecimiento chino (estable, estructural y geopolítico fundamental) tuvo que dedicar sus mayores fuerzas a consolidar la enorme oportunidad de las mejores relaciones sinorrusas de la historia (regaladas por el imperialismo yanqui con las sanciones a un núcleo de la burguesía nacional rusa para intentar frenar los intereses de la UE). China las aprovechó para agregarle a las rutas de la seda un fuerte cinturón, aliado estratégico de Rusia, de gigante aporte en infraestructuras y conectividad, antes que nada en el Ártico, en Eurasia, en Asia sur y nororiental y luego en toda la isla global, de Vladivostok a Ciudad del Cabo. América quedaba más periférica que nunca. Entonces la derecha atacó, pero su ataque en América sólo en el caso de Trump es comparable al de la derecha en Europa occidental.
En Nuestra América la plutocracia se valió de los medios masivos y de poderes judiciales, midiendo con prudencia la correlación de fuerzas a la interna de las gendarmerías y movilizando con creciente violencia a los más ideologizados de los sectores tocados por la crisis. Uruguay no escapa a ese plan, tal como vimos en los convocados de ANDEBU y probablemente sigamos viendo en esas u otras formas, hasta que se dilucide la contienda electoral en Brasil y Argentina, pero no todo es ideología: hasta en sectores de alta burguesía se ha generado conciencia de sus contradicciones con el imperialismo. En una inusual manifestación unitaria, las centrales industriales de los cuatro países miembros de Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) elevaron ante las autoridades negociadoras del acuerdo con la Unión Europea, que deliberan en Asunción, una dura declaración en la que exigen “transparencia” en las negociaciones, plazos y condiciones para que los sectores afectados negativamente por el tratado de libre comercio “puedan transformarse y continuar activos en el nuevo escenario”.
No hay fin de ciclo en nuestro continente. Hubo una oleada popular que experimentó como nunca antes en las vías electorales de avance de la democracia, en dirigir en bloque también a las burguesías nacionales o sustituirlas (con suertes diversas), en enfrentar o conciliar con los medios de comunicación plutócratas que nunca se habían visto obligados a quemar las naves como lo hicieron en estos ataques y, experimentó también, en los países donde, principalmente por historia, se pudo avanzar más -Venezuela, Nicaragua, Bolivia- en crear poder popular y confrontar con el imperialismo.
Por cierto que esa confrontación tiene un precio todavía alto, aunque fue más alto el que tuvo que pagar la pionera Cuba, pero éstas son junto a las de Uruguay, El Salvador y Ecuador, las izquierdas que, en distintas formas, se han mantenido en el gobierno.
La nueva oleada va a tener que aplicar de entrada la democratización de los medios, impulsando las vías electorales también hacia el poder y mejorar aspectos formales de las alianzas para aislar al imperialismo enemigo principal. Para esto va a tener que fortalecer los organismos propios, la CELAC, la UNASUR, en lugar de la oprobiosa OEA, reflotada por el imperialismo en el repliegue popular, donde el gobierno uruguayo ha ido a marcar en estos días, censurando al de Venezuela por llamar a elecciones y amparando por omisión el asesinato diario de dirigentes opositores en Colombia, los golpes en Honduras, Paraguay y Brasil y la masacre perpetua en México. La postura ambigua por la que meses atrás, esperó la elección de la Constituyente en Venezuela para después apoyar la postura macrista en el MERCOSUR contra Venezuela, en la semana decisiva para que los publicistas de Macri definieran las elecciones de medio término en Argentina, se decantó por las concesiones en la OEA.
Ante la embestida, el gobierno del FA resiste retrocediendo a posiciones más seguras. La cara de Fernando Vilar. No muy distinta a la de María Celia Fontaina. Resiste?
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