miércoles, 20 de abril de 2016
El golpe a Dilma: lo que sí entienden las palabras
La que más pronunció Dilma en su conferencia de prensa tras la votación en diputados es la palabra Democracia. Pronunció, invocó y marcó un camino, una vía, Democracia, porque aunque es un golpe de Estado payasesco destituirla contra el voto popular con el argumento de la "corrupción" cuando el propio New York Times reconoce en su edición del 15 de abril, que "ella no robó nada, pero está siendo juzgada por una banda de ladrones", lo que sigue a este golpe farsesco es la resistencia de la Democracia. "Vai ter luta".
Podrán hacer un gobierno más neoliberal (no-liberal) que el que nos obligan a hacer o apenas nos atrevemos a hacer o no hemos sabido no hacer los gobiernos de izquierda, podrán rechazar los avances -pocos o bastantes- que sí hicimos en algunos aspectos, pero nos queda la Democracia porque es con lo único que nacimos.
Los gobiernos de derecha nacen con todo, con el capital financiero, con la plutocracia de los medios masivos, con la ideología, con la tela de araña de leyes de doble rasero, con los atávicos delirios autodestructivos de las burguesías nacionales y de las capas medias, con casi todo el poder cuando no pueden recurrir a los gendarmes.
Se les puede arrebatar algún fragmento de poder con la lucha popular organizada, cuando se les gana el gobierno; pero entonces, el nuevo gobierno, el de izquierda, nace robado del todo, como nacen cientos de millones de niños en el mundo, sin más nada que la vida.
En nuestra América los gobiernos de izquierda nacimos sin medios masivos, sin el capital financiero, sin poder o, mejor dicho, sin más poder que nuestra propia vida que es la Democracia, porque la defendimos, la conquistamos y reconcquistamos nosotros. Anclada en la Democracia ha de ser imposible que a Dilma le quiten la vida, así la destituyan o la maten.
Claro que deberíamos aprender a hacer avanzar la Democracia hacia el poder, a resistir la censura mediática masiva del imperialismo y la oligarquía, a resistir su agenda, a financiarnos y a hacer y a denunciar la verdadera corrupción de izquierda, la del que en vez de resistirlo, al imperialismo no hace más que administrarle por miedo a las represalias mediáticas o judiciales (todos somos vulnerables en ese juego mentiroso), pero en ese avance la democracia sería entonces más Democracia, nunca otra cosa.
Hace casi ciento cincuenta años, cuando gendarmes de la dictadura de la burguesía ahogaron en sangre a la Comuna de París, Marx le llamó "dictadura del proletariado" a la necesidad del pueblo organizado, cuando está en la cresta de la ola, de subordinar a los destacamentos de hombres armados y las cárceles. Quiso ser elocuente sobre un principio (uno de los pocos que de verdad existen): las clases opresoras no entregan el poder nunca, sino que recurren a todos los medios disponibles para retenerlo.
Hoy no disponen de tantos y en América la nuestra en particular, no disponen de nada que pueda llamarse democracia. En Brasil ahora Democracia se pronuncia Dilma. Ambas con mayúscula.
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