domingo, 4 de agosto de 2024

Históricamente no tenemos chance

 



El único país soberano que el lunes desconoció la proclamación de Nicolás Maduro hecha por el CNE, es Estados Unidos. Lo hizo a través de su canciller Anthony Blinken, para enseguida “reconocer” Presidente de Venezuela al candidato que el CNE proclamó segundo, Edmundo González Urrutia (operación Guaidó 2.0). Detrás de Estados Unidos, en los hechos, desconoció la proclamación todo el Occidente Colectivo y casi todo el "patio trasero" de la Doctrina Monroe.


Los otros países soberanos, China, Rusia, Vietnam, India, Corea, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Emiratos, Arabia Saudí, Egipto, Irán, Sudáfrica, Etiopía, Argelia, otros de África o de Asia, la reconocieron de inmediato.


No porque creyesen que el CNE hizo correctamente su trabajo, ni porque creyesen lo contrario, sino porque es el organismo que la República Bolivariana de Venezuela se dio a sí misma, soberanamente, para legitimar a su Jefe de Estado. Así de sencilla. Porque ven en Venezuela la misma soberanía que ellos tienen.


No sabían (ni sabíamos) que el martes Infobae iba a demostrar que matemáticamente tenemos fraude en el primer boletín del CNE y el miércoles también tenemos fraude en la publicación de un “31% de las actas” por el principal conglomerado opositor (PUD). 


Todos los partidos (35) y candidatos (10) que participaron de las elecciones tenían, ya el domingo, el 100% de las actas firmadas por todos los delegados, los testigos y el operador de cada circuito electoral, y aproximadamente los resultados finales, por conteo rápido, pero el CNE pudo haberse visto obligado a decir algo aparte de que un ataque cibernético le impidió la transmisión de datos por el canal previsto, porque las amenazas de caos e intento de golpe de Estado con extrema violencia de bandas de crimen organizado, pagas por la ultraderecha, que el lunes se concretó en decenas de muertos, cientos de heridos, miles de edificios públicos (incluyendo locales del CNE, de partidos políticos, de escuelas, liceos, puestos policiales) y comercios, vandalizados, hubiesen llegado más lejos (a la toma del poder) sin ningún resultado electoral anunciado.


Todos los partidos sabían por sus propias actas que ganó Maduro, y que ganó aproximadamente por los porcentajes que anunció el primer boletín del CNE, y éste es el único y exclusivo motivo que pudo tener la plataforma MUD para publicar sólo las actas de los circuitos donde tradicionalmente gana, o actas evidentemente fraguadas, rotas, sin firmas, o con la misma firma en todos los casilleros o con números dibujados a mano o sin números, y que el escrutinio total que presentaron diese 63% para Edmundo González y 30% para Maduro y a su vez que se repitiesen exactamente los mismos porcentajes de esas “actas” (ver en Youtube informe de Jorge Rodríguez en conferencia de prensa). Matemáticamente es imposible, sociológicamente imposible y antropológicamente imposible, que todas esas actas dieran exactamente los mismos porcentajes para cada candidato. Y concluyen que en los 23 estados del país, y en los 335 municipios del país, exactamente igual en cada Estado y en cada municipio, González tiene el 63% y Maduro el 30%. El 5 de oro mil veces.


Lo más fascinante de este razonamiento es que no contiene ningún tipo de análisis político, no entran consideraciones sobre el chavismo o el antichavismo, interpretaciones de geopolítica, opiniones ideológicas. Ni siquiera es necesario hacer referencia a Venezuela; podría ser un caso de Kazajistán, Babilonia o Marte. No se basa en opiniones de expertos ni en observadores internacionales, no está escrito en español ni en inglés ni en ruso ni en chino. Simplemente son números, articulados por el lenguaje universal de la matemática, que dan cuenta con claridad de que, a menos que haya ocurrido algo que sucede una vez en mil millones, la página web del PUD es un fraude electoral descarado.


Ésa es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y aún así nunca sabemos, a ciencia cierta, qué tan legítima sea la proclamación de un Jefe de Estado (el que sea) incluso aceptando los mecanismos autodeterminados por ese Estado. Por ejemplo, el lunes, mientras desconocía la proclamación de Maduro, Gabriel Bóric, de visita en Asia Occidental, se deshacía en halagos a un emir. En rigor no sabemos si Bin Zayet es legítimo monarca de Emiratos. o si Bin Salmán es realmente el príncipe heredero de Arabia Saudí, menos en estos tiempos en que los custodios de la Casa de Saud no son eunucos y han caído en desuso los cinturones de castidad. Y el rey Felipe... ¡vamos, hombre, que es demasiado alto y muy poco parecido para ser hijo de Juan Carlos! Y nos alcanza con que los Palacios competentes los proclamen jefes de Estado. No sacamos un comunicado al día siguiente exigiendo que publiquen las muestras de sangre azul con los exámenes de ADN firmados por cromatólogos y laboratoristas y si no los presentan ya, reconocemos a un Austria.


Sin embargo nosotros, los notables pontífices exigentes contra la soberanía de Venezuela, los que tenemos derecho a firmar con entumecida vanidad “que Nicolás Maduro presente ya el cien por ciento de las actas”, aunque el CNE todavía no las haya validado todas, cuando no ha transcurrido una semana ni habían transcurrido ni tres horas desde el cierre de las mesas electorales, jamás hemos desconocido la jefatura de Estado de Felipe Borbón, ni de Bin Zayet ni de Bin Salmán ni de Bush hijo cuando Al Gore y los demócratas lo acusaron de fraude, ni de Donald Trump aunque Clinton lo acusó de haber ganado por ciberataque ruso, ni de Joe Biden a quien Trump acusó de fraude y nunca se inverstigó, ni desconocemos a nadie que no sea chavista. Ni siquiera a Putin o a Xi Jimping, con todo lo “enemigos” que los declara “Occidente” y mucho menos a Dina Boluarte quien con decisiva participación militar derrocó y encarceló al electo Pedro Castillo Terrones y hoy Boluarte se suma a EU en reconocer a Guaidó 2.0 González, ni desconocemos a Claudia Sheimbaun, legítima Presidenta de México aunque fue electa hace más de dos meses y los resultados de escrutinio finales oficiales todavía no han sido publicadas (es legal según los plazos de México; el plazo constitucional en Venezuela para publicar los resultados finales -que no las actas: las actas no se publican en ningún país del mundo- es de 30 días; Maduro también es legal).


En esta alargada semana, un compañero y amigo que se dice “revolucionario” (yo pienso que lo es) y “cada vez más stalinista” (pienso que no), me dijo a propósito de Venezuela que “la mentira siempre es contrarrevolucionaria" (lo es). No existe suficiente espacio escrito, oral o televisivo para que le recuerde las mentiras de Stalin (ni en esta acortada semana ni en siete vidas), pero “existen muchas maneras de mentir, y la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, ocultando el alma de los hechos”, decía Juan Carlos Onetti. 


Existen además muchas maneras de hacer fraude, pero la más efiectiva de todas es sesgar a la casi totalidad de los medios (grandes corpos hegemónicas, y, además, muchos “progres” demasiado, demasiado pequeños), contra el país del mundo que más reservas de petróleo tiene e insiste en seguir siendo soberano.


Y la más repugnante de todas es plantarle al pueblo venezolano, "si votas a González te quitamos de encima las 935 sanciones y si votas a Maduro te cargamos 900  sanciones más y volvemos a invadirte, esta vez de bandera.


Venezuela en octubre entra a los BRICS plus. Hace dos años que inició una recuperación económica, comercial y social indetenible, a pesar de las 935 medidas coercitivas unilaterales que le aplica Estados Unidos desde 2014, y de todos los atentados, invasiones, saqueos de bienes en el exterior e intentos de magnicidio a que fue sometida. Estima crecer al 8 % el año que viene y está creciendo éste al 4,5. Nosotros, en cambio, históricamente no tenemos chance. Parafraseando la declaración que hizo Luis Lacalle Pou para desconocer la proclamación de Maduro, “Así no”.