viernes, 25 de octubre de 2013

Condiciones para mi voto a Constanza

Por distintos motivos cada vez, uno de los pocos sectores del Frente Amplio más arraigados en la historia de la izquierda uruguaya (epígono de la Federación Anarquista Uruguaya y la Resistencia Obrero Estudiantil), que no he tenido oportunidad de votar, es el Partido para la Victoria del Pueblo. Voté 1001 (84-89), luego 77 donde estaban mis amigos de la Izquierda Democrática Independiente, la agrupación con la que –por mayores organizaciones- los de la Unión de Juventudes Comunistas compartíamos responsabilidad en la dirección del Centro de Estudiantes de Derecho clandestino a principios de los ‘80. Después voté la Democracia Cristiana cuando Confluencia Frenteamplista se unió a la DC en la Alianza Progresista. Después al Pepe, porque se autocriticó la lucha armada como medio en democracia, diciendo textualmente: “seguramente nos equivocamos y no lo pagamos sólo nosotros; lo pagó el país entero”. Fue decisivo para que el Frente ganara el gobierno. Voté a mis amigos tupamaros para premiarlos y también para poder putearlos con mayor propiedad cuando volviesen a equivocarse.

En 2010 en desagravio a Daniel Martínez me posibilité una catarsis muy especial: votar al Partido Socialista, al que consideré siempre fraterno rival directo entre los compañeros (sin acompañamiento partidario desde que Marina Arismendi acusó a Julio Rodríguez de comer bombones), a la vez que mi principal aliado. La rivalidad no era por las lecturas históricas, que me acercan más al Partido Obrero Revolucionario (trotskista-posadista), liderado por Raúl Camapanella o a los Grupos de Acción Unificadora, que lideró Héctor Rodríguez, sino por el peso concreto de Rodney Arismendi (del Partido Comunista) y de Vivian Trías (del Socialista) –con sus pequeñas importantes diferencias, sobre la existencia uruguaya de una burguesía nacional y el papel continental de otras–, que, en mi perspectiva, se disputaban y compartían, bien unidos, peso en la dirección –no la hegemonía– del Frente Amplio –no del gobierno; ése se lo disputan a los partidos de derecha–, pero en el PVP y entre quienes lo formaron tengo amigos entrañables desde dos gurises jugadísimos con un bebé en brazos, que en el golpe del 83 me dieron una semana de refugio en su casa, hasta Margarita Musto pasando por Jorge Pérez y me encanta esta oportunidad de votarlos con la candidatura de Constanza, porque yo las cosas, todas las cosas, incluso la política, también las entiendo a nivel personal y de afectos, pero dependerá de que la candidata cumpla cierta condición, estratégica y táctica, durante la campaña.

Voy a votar, en cualquier caso –y especialmente si voto a Constanza– a favor también de Vázquez y también con Vázquez, como debe ser en el Frente Amplio, sean cuales sean las consideraciones que sobre Tabaré se hagan.

Yo lo considero el mejor Presidente que tuvo nuestro país desde el primer batllismo hasta Mujica, que lo superó en política internacional, nada menos, pero lo considero, además, un candidato que les camina por el lomo a sus contrincantes –por eso no temo, si Constanza le gana, que ella no pueda ganarle a la oposición: si le gana a Tabaré, Constanza puede ganarle a cualquiera–. Conozco compañeros que al Taba, por el contrario, lo consideran proimperialista y autoritario por encima de la unidad del FA. Olvidan que en definitiva Vázquez no le siguió a Astori el apunte de anotarse al ALCA, que jugó un papel importante en la disuasión de una guerra ente Colombia y Venezuela que azuzaba Hilary Clinton y que, recientemente, apoyó el ingreso de Venezuela al MERCOSUR y condenó el golpe de Estado en Paraguay, que Astori quería mantener en el MERCOSUR impidiéndole el ingreso a Venezuela y, ahora nomás, el vazquista Conde nos libró (reconocido por Rafael Correa) de que cuajara la iniciativa de Astori de meternos en la Alianza del Pacífico, pero, aún ateniéndome a las consideraciones negativas sobre Vázquez, más razón encuentro para votar con él y agrego: bien encimados a él, así como marcan Diego Pérez y Egidio Arévalo Ríos.

En estrategia y táctica políticas una forma segura y sencilla de no equivocarse jamás, es hacer siempre lo contrario a todo lo que hizo Santiago Carrillo. Por ejemplo, en 1977, además de abandonar la bandera republicana, redactar y firmar una constitución monárquica, desmovilizar sus fuerzas en plena cresta de la ola, legalizó al PCE en dos meses para jugar un papel meramente testimonial, sin opción de gobierno, marcando tamaño electoral menor en vez de votar con el PSOE a como diese o se hiciese lugar. Debió haber votado con el PSOE lo más programático posible, pero incluso sin programa, no tanto porque el PSOE había sido uno de sus socios principales en el histórico y glorioso Frente Popular, que ganó las segundas, últimas y definitivas elecciones de la Segunda República, no tanto porque Tierno Galván (influyente en la Dirección del PSOE) no era un mal tipo, como porque Felipe González era, si se le permitía, un reverendo socialimperialista. No se debía dejar libres las manos de semejante traidor, que, por cierto, cuando venía a Montevideo a visitar a Sanguinetti pasaba de largo frente a la Casa del Pueblo, sacándoles la lengua a nuestros compañeros socialistas.

No todo pasa por lo personal y afectivo: que no pretenda hacernos creer que los Estados Unidos de Norteamérica ahora no tienen actitudes imperialistas ya es motivo para votar a Constanza en principio, pero sólo en principio, porque si fuera por eso lo mismo votaría en Asamblea Popular. Si voto en el FA es porque, además de sus sinceras –y únicas dos– definiciones fundacionales –antiimperialista y antioligárquico–, es, por exitosa acumulación de fuerzas para estas definiciones y por opción de gobierno con un programa consecuente con ellas, renovado en el gobierno, la unidad popular y nacional uruguaya en movimiento. Como bien dijo el dirigente del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos, Oscar Andrade: el candidato no es un mago y el programa no es un hechizo. En realidad, lo que importa es la construcción de la correlación de fuerzas, que hace posible que el candidato y el programa caminen hacia “el espacio del poder popular del tejido social que es capaz de soportar determinadas reivindicaciones”.

El mayor compromiso con esa unidad, con ese bloque de poder, con esa acumulación de fuerzas que no corta adentro del pueblo sino hacia afuera (corta patria-imperialismo pueblo-oligarquía para avanzar en democracia dirigiendo incluso a sectores de la alta burguesía nacional, aislando al enemigo principal, como pide Ho) es condición sine qua non para mi voto.

Mis discrepancias con Constanza han sido más bien coincidencias, como se leerá (http://joseloolascuaga.blogspot.com/2010/12/debatiendo-con-constanza.html) pero en octubre voto al que en junio gane la interna del FA y en junio voto a Constanza (y al PVP, el partido que, per cápita, más cara pagó la resistencia a la dictadura) sí y sólo sí, durante su campaña, Constanza tiende más que su fugaz contrincante a que en octubre todos votemos a la compañera o el compañero más votado en junio.