viernes, 24 de diciembre de 2010

Debatiendo con Constanza


En su más reciente contratapa en el diario La República, la senadora del espacio 609 Constanza Moreira, llama a un debate frenteamplista sobre qué entendemos por “país de primera”, aquel slogan de la campaña electoral del FA en 2009.

Constanza hace algunas precisiones muy pertinentes sobre los malos entendidos que puede conllevar una interpretación de la consigna “país de primera”, como de afán discriminatorio entre países de primera y de segunda, para luego entenderla en el sano propósito de comparar el ingreso del país a una liga de fútbol de “Primera División”, con la capacidad de jugar entre los grandes.

Creo que ésa es la intención más acertada, pero cuando Constanza propone un modelo de país de primera para tal fin, recurre al de la socialdemocracia del norte y eso, así planteado, en el imaginario colectivo de la modernidad, es de buen mercadeo, me parece, pero muy riesgoso si se lo aplica como práctica política, como programa real, más acá del declarado.

Quiero precisar primero que los escritos de Constanza me parecen de un valor enorme para el Frente Amplio, casi siempre, en la medida en que hacen la crítica del gobierno revolucionario. Desde las propias filas de la revolución, Constanza le gana la crítica a la derecha (la contrarrevolución). Hoy no hay ningún político de oposición que le gane la crítica del gobierno a Constanza Moreira y eso es muy bueno para el Frente.

Preciso luego que también valoro que la senadora haya llamado al debate y haya quedado abierta, tras dar su opinión, a las opciones de los distintos frenteamplistas para interpretar un país de primera.

Hechas estas precisiones, me decanto por lo que el ideólogo del PT brasileño, mano derecha de Lula, Marco Aurelio García, llamó en Le Monde –casualmente en involuntario contrapunto con Constanza–, la “socialdemocracia del Sur”.

¿Por qué? Porque en política más importante que el “ideal” o el “modelo” en abstracto, es la tendencia lo que vale, el movimiento.

La “socialdemocracia” del norte es el movimiento y la tendencia a la derrota de la izquierda en todos los casos y a la derrota estrepitosa en la mayoría de los principales referentes “socialdemócratas” y lo es por la razón misma del movimiento y hasta fue formulado de esa manera por la derecha victoriosa en Suecia:

“¿Qué hay delante?” se limitaron a plantear los derechistas suecos como slogan de la campaña electoral y el pueblo sueco captó perfectamente el sobreentendido: la “socialdemocracia” había quedado atrás, la tendencia era hacia un capitalismo más salvaje. Lo mismo ocurrió en otros bastiones “socialdemócratas” o declaradamente “socialiberales”: Inglaterra, Francia, Alemania, Italia; queda sólo el “socialiberal” PSOE prendido con alfileres a una receta de derecha para paliar la crisis.

En cambio en el Sur (y la precisión geográfica que hace Marco Aurelio García es, en realidad, política, es una precisión que tiene que ver con la historia del comercio desigual y otros mecanismos de dominación de los países “centrales”, “del Norte”, mecanismos que los fundadores del Frente Amplio coincidían en llamar imperialistas), en el Sur la tendencia es a consolidar un bloque de países que juegue en la primera división del mundo por primera vez en su historia (con admirables excepcionales intentos de la primera mitad del siglo pasado) y lo que hay delante es el crecimiento económico y político de esos países gobernados, mayormente, por frentes o bloques de izquierda y centro izquierda.

Se da también que existe una subjetividad ganadora y muy plural en estos frentes y bloques, que incluye partidos y corrientes de opinión que fueron marginados por lo más central de la llamada “socialdemocracia” europea. Por ejemplo, de origen anarquista, como el Partido por la Victoria del Pueblo, el partido que integra Constanza Moreira o los comunistas, (de diversos tipos, incluidos los trotkistas que están en el génesis del PT de Lula) que en rigor con ese “del Sur”, que agrega García, vuelven a disputar un término en la misma lógica antiimperialista del año 14. No olvidemos que Lenin, por ejemplo (el autor de Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática), nunca aceptó llamarles “socialdemócratas” a quienes apoyaron la guerra imperialistas, aunque sus partidos se llamasen Socialdemócratas o Socialistas. Les llamaba “socialtraidores”, “socialdechovinistas” o “socialimperialistas”, nunca socialdemócratas.

Los comunistas uruguayos, más acá de esa consigna gomeciana de “gobierno en disputa” (clase contra clase, premarxista) que no puede ser más que pura retórica en un PCU con cincuenta y cinco años de experiencia popular y nacional, le llamaron en su momento a esta socialdemocracia del Sur, “democracia avanzada”, un término que también remite al movimiento y a la tendencia. El reciente congreso del MPP, socio de Constanza en el Espacio 609, habla de “liberación nacional” y se refiere, naturalmente como el Partido Socialista, al “socialismo” como meta. Nuestro Presidente José Mujica insiste en “la unidad nacional” con una clara dirección popular, pero esta gran diversidad (que el enemigo homenajea con los términos "populismo" o "sensatez", ya para vituperarla o para dividirla), que también se da en todo el continente, desde el “proyecto nacional y popular” de Cristina Kirchner hasta “el socialismo del siglo XXI” de Chávez, pasando por el “progresismo” de Tabaré, es, a mi entender, enriquecedora.

Los propios teóricos europeos que se asomaron a este fenómeno así lo consideraron (empezando por el francés Felix Guattari, en la década del 90, muy emparentado con el PT, que profetizó que sería aquí que se produciría una nueva subjetividad superadora) y si alguien prefiguró esa consciencia de múltiples flujos y reflujos en un bloque histórico de avance, fue el italiano Antonio Gransci. Así que sin el menor chauvinismo, me decanto por la que prefiero llamar socialdemocracia del Sur y que cada cual la llame a su modo.

A propósito, nunca leí nada tan maquivélico (en todo sentido, también en el sentido vulgar, peyorativo, que erróneamente da al término la creencia dominante) que el artículo que escribió Constanza contra el maquiavelismo en el FA. Utilizar la demagogia de la “democracia” griega, como llamado a la autenticidad y a la pureza en circunstancias de extrema desconfianza y suspicacia, es lo que, justamente, el autor de El Príncipe le hubiera aconsejado.

Finalmente veamos los valores de ese país de primera y cómo avanzan tendencialmente en los distintos hemisferios políticos.

El respecto por la diversidad sexual, el matrimonio igualitario, a las minorías en general y las leyes progresistas en el sentido de género, han avanzado en Argentina como no lo hubiésemos sospechado pocos años atrás. También en Brasil. En Uruguay tuvimos la traba de Tabaré a la salud reproductiva, pero también avanzamos. En cambio en Europa, la derecha está amenazando seriamente la cultura que el campo democrático había impuesto en esos temas y le suma los de la xenofobia a niveles que se acercan a los traumáticos de la entreguerra del siglo XX.

En derechos humanos, juicio y rechazo a los crímenes del fascismo, Argentina hizo más Chile en lo legal, éste más que Uruguay, Lula pudo hacer menos, pero en todos está vivo el tema y tiene un costo político para los genocidas. En Europa ese costo ya no existe, al punto de que crecen los neonazismos en casi todos los países y se posicionan acumulando poder en los gobiernos, el tema histórico prácticamente se cerró sin que llegara nunca a los pronunciamientos electorales concretos de los pueblos, masivos, y salvo excepciones, la socialdemocracia lo ha borrado de sus agendas políticas, incluso algunos de aquellos partidos socialdemócratas europeos a los que, por su gigantesca solidaridad con el antifascismo en América Latina, debemos considerar también del Sur. Es triste haber seguido el proceso de conversión de la Suecia del partido de Olof Palme en potencia armamentista y de las peores causas.

En materia de educación e innovación tecnológica nos llevan ventaja, tan histórica como el saqueo de nuestras riquezas, pero estamos creciendo aceleradamente en América Latina (y en otros bloques emergentes) como hace pocos años también era imprevisible.

Seguimos apostando con cierta perspectiva de éxito al país de primera porque ganó Dilma, porque probablemente ganará Cristina y porque vamos avanzando en un bloque que empieza a jugar en la primera división del Mundo. No con el papel subordinado que nos proponía Menen cuando decía “Argentina, país del primer mundo” y enseguida, “relaciones carnales con Estados Unidos”. Por cómo quedó la Argentina y los otros países de la región tras ese comercio carnal neoliberal, más que de sexo, se trató de violencia sexual.

Entre otras cosas, ser un país de primera será evitar ese tipo de sexo con el norte, así se llame “socialdemócrata” y sea sólo un fantasma del viejo pasado que ya no se puede resucitar.