lunes, 30 de marzo de 2009

Retrato de Celeste Cid

Motivos para no enamorarse es una película argentina sin demasiadas pretensiones que, sin embargo, supera los logros de otras de su género que resultaron mejor promocionadas.

Da la sensación de que Motivos para no enamorarse fue hecha de apuro. Adolece desprolijidades varias. Pero tiene dos méritos sustanciales: Uno es el guión, muy bien dialogado y austero en su lenguaje minimalista. El otro es la sorprendente actuación de Celeste Cid, una actriz de teleteatros (desde Chiquititas hasta Resistiré) que en ésta, su primera película, deslumbra con su compromiso y sobriedad, encontrando los momentos precisos de su personaje y haciendo una perfecta lectura de la película. Como si ella la hubiese dirigido.

Celeste Cid carga en su sensibilidad todo el trasfondo de un film temático que sólo al final se presenta como un retrato de su personaje.

El coprotagonista, Jorge Marrale, un actor con mucha más experiencia que Celeste Cid, no parece tan comprometido con su trabajo. Está lejos de notables actuaciones que le he visto (la mejor en Las manos). Da la impresión de que Marrale “carpetea” en su personaje de viejo viudo con nostalgias y raptos suicidas. O acaso resulta eclipsado por Celeste Cid, que en mi opinión (y la comparación vale porque son dos actrices que se manejan en una misma cuerda interpretativa) está mejor que Penélope Cruz en Vicky, Cristina, Barcelona y casi tan bien como ella en La elegida (Penélope sintonizó mucho más con Isabel Coixet que con Woody Allen –tampoco Javier Bardem resultó un actor idóneo de Allen en esa película, a diferencia de Scarlett Johansson–)

Últimamente los argentinos nos proponen pelis de tono europeo por su intimismo. Supongo que se debe más a las limitaciones de presupuesto que a un complejo (justo) de su añeja sensiblería. Me da que directores como Burman (Nido Vacío) o Mucci (Motivos para no enamorarse), quieren demostrarnos que los argentinos pueden ser sensiblemente maduros y a veces apenas agridulces, sin estridencias catárticas. Pero a mí me siguen pareciendo insuperables sólo cuando se muestran como son, desbordados de sueños y de broncas, como en Luna de Avellaneda, chantas magníficos y artesanales como en Siete reinas, idólatras paganos de preciosa inocencia como en El camino de San Diego. Transidos de apasionado talento y severa ternura en el mejor dueto del cine americano, Oscar Ferrigno y Tato Pavlosky en Cuarteles de invierno. Las excepciones, maravillosas, fueron El custodio y XXY. Motivos para no enamorarse no llega a ser una excepción, pero es una película disfrutable, que revela a una actriz de formidable potencial y no le sobra nada en su libreto.