sábado, 26 de abril de 2008

Salud reproductiva

No recuerdo haber visto otra película rumana. Pero Cuatro Meses, Tres Semanas y Dos Días me parece suficiente para corroborar la opinión de Antonio Baldomir, quien sí ha visto bastante cine rumano, de que hay un poderoso movimiento teatral en ese país y evidentemente ya también cinematográfico. 

Los actores de Cuatro meses..., sin excepción, tienen el mismo nivel que se puede encontrar en los productos de primera línea del cine italiano, español o francés. Tan parejo es el rendimiento del elenco que solo me animo a destacar a los intérpretes por su protagonismo. 

 La dirección también da muestras de un oficio consumado en el manejo del relato. Los tiempos de la narración están perfectamente desarrollados. He leído comentarios en discordia, pero en mi opinión no sobra ni falta un solo segundo durante el desenlace de cada situación. 

Naturalmente, es un film europeo. No esperen ni busquen el vértigo de Hollywood, pero sí podrán encontrar la energía y la vitalidad de una historia particularmente dramática. El director no escatima ninguna crudeza. El tema del aborto en jóvenes solteras de pocos recursos económicos está mostrado con un realismo que asombra. 

 Al comparar la realidad rumana (donde también está penalizado el aborto) con la nuestra, uno encuentra tantas similitudes, incluso de ambientes, de colores, del estado económico de las cosas, que esta película en Uruguay será odiada o amada, sin términos medios, en decisiva medida, según se esté de acuerdo o no con la ley de salud reproductiva que sigue en discusión en nuestro parlamento y seguramente terminará plebiscitándose. 

Pero en cualquier caso es un testimonio muy bien elaborado que a nadie le vendría mal apreciar y tomarlo en cuenta.

domingo, 20 de abril de 2008

La canción refundadora

Es cierto que antes de Río de los Pájaros (“El Uruguay no es un río, es un cielo azul que viaja... ) de Aníbal Sampayo, hubo otros “himnos” del canto uruguayo: la despedida de los Asaltantes con Patente “(Un saludo cordial), el “uruguayos campeones”, “vayan pelando las chauchas”... Pero también lo es que el Río de los Pájaros fue el primer éxito de cantautor que se refiere expresamente a Uruguay y lo define. Es un mojón obligatorio pues de la canción refundadora de un país y la gente que lo puebla, un mojón olvidado hasta que Adriana Loeff y Claudia Abend la rescataron para apertura de su película Hit.

También es verdad que puestos a buscar cinco temas de éxito perdurable en la canción uruguaya, además de Río de los Pájaros, Rompan todo (break all de Los Shakers), Príncipe Azul de Eduardo Mateo y Horacio Buscaglia, “A redoblar de Mauricio Ubal y Ruben Olivera y Brindis por Pierrot de Jaime Roos, debería estar probablemente antes El Violín de Becho de Alfredo Zitarrosa, De Cojinillo de Ruben Lena popularizada por Los Olimareños, A mi Gente (“sentados al cordón de la vereda), de José Carbajal y alguna otra, pero lo importante no es lo que falta en la película sino lo que contiene y esto es por demás valioso como testimonio, como acerbo cultural y resulta muy entretenido, porque las autoras encontraron en el montaje y en el subtitulado, una forma de narrar que, a la vez, preserva los tonos nostalgiosos y muy uruguayos del rodaje más espontáneo, y organiza una lectura sin obstáculos de la historia que nos cuenta la película.

Tiene el valor añadido de conceptos precisos de Fernando Cabrera y de Manolo Guardia (el de Camerata) quien recuerda con justicia que el castellano y el candombe “olían mal” en los años 60; verdad que me consta y que hoy resulta sospechosa para cualquier gurí. Y, muy especialmente, la película tiene el plus del humor desfachatado de Ruben Rada, la sinceridad bien sencilla de los hermanos Hugo y Osvaldo Fattorusso y la vitalidad empedernida del flaco Raúl Castro.

domingo, 13 de abril de 2008

El impuesto a Casal

Según la Dirección General Impositiva (DGI), Francisco Casal le debe U$S 25:000.000 por concepto de un impuesto cuya legalidad el contribuyente ha cuestionado, llevando el caso a la Justicia.

Soy de la idea de que todos los países del mundo deberían tener cargas impositivas del nivel de las de Suecia. De ese modo podríamos eliminar las marginalidades creadas por el sistema y tendríamos un mundo sin perseguidos. Podríamos incluso, con esos recursos, empezar a pensar en cómo lograr que el planeta sobreviva los miles de años que naturalmente podría sobrevivir y no solo el par cientos a que lo estamos condenando. El problema es que tendrían que ser parejas para todos y sin desigualdades comerciales, porque si no, las políticas impositivas inciden decisivamente en la competencia del comercio internacional que siempre fue desigual y éste es el tema de fondo. También Suecia ha tenido que planteárselo y nuestro ministro Danilo Astori (en mi opinión acertadamente) estima que hay que agotar los medios políticos para mantener el IRPF a las jubilaciones antes que sustituirlo por nuevas cargas a la producción. Pero en cualquier caso, se trata de todos los pasivos comprendidos entre determinadas franjas de ingresos y de todos los productores de tal o cual actividad.

El tema de frente es que en Uruguay una disparidad impositiva llegó al colmo inconstitucional de negar la igualdad ante la ley. Aquí se ha inventado un impuesto con nombre y apellido, cobrado al grito.

Los empresarios deportivos pagaban (los que pagaban –Casal lo pagó siempre–), el impuesto a las comisiones y desde el año pasado pagan (y Casal está al día) el impuesto a la renta de la actividades económicas (IRAE). Pero ahora por el impuesto a la renta de Industria y Comercio (IRIC), ¿?, un impuesto que nunca se le cobró a ningún empresario deportivo (y son 49 los registrados en la AUF), a Francisco Casal lo embargaron cargándole multas y recargos desde el 2001 hasta el 2007.

Al Director de la DGI le están llegando ahora los reclamos de quienes operan más de un 30% del mercado de las transferencias de futbolistas. ¡Quieren pagar pronto ese impuesto que jamás pagaron y nunca nadie los embargó por no haber pago, aunque unos cuantos de ellos trabajaron en el país (argumento que da la DGI para embargar a Casal), desde bastante antes que Casal (quien opera mayormente en el exterior) y algunos son competencia directa de Casal afuera, también desde antes. Pero esto ya es molestia. El objetivo fue cumplido.

Lógicamente, enterados del impuesto, los competidores favorecidos se ofrecen a pagar porque la expectativa de hacerse con el casi 70% restante del mercado (el que muy probablemente dejará libre Casal retirándose del oficio) es una gran inversión, que ambiciona una expansión de más de un 200%.

El corolario político de esta acción impositiva se verá con el pasar de los años, cuando se pueda apreciar si el monto recaudado por el IRAE resulta tan siquiera aproximado al actual. Porque en el ámbito ecuménico en que operaba Casal, habrá negocio en los primeros momentos de expansión para otros, pero a la larga los competidores de Casal no son uruguayos. Ténganse en cuenta que por este impuesto a las transferencias en agosto de 2007, la DGI recaudó U$S 3:000.000 (tres millones de dólares) en un 80% aportados por Francisco Casal.

Otro resultado se comprobará en la actividad local. Los treinta clubes profesionales uruguayos (con todas sus dificultades) no se han convertido todavía en cuatro o cinco sociedades anónimas filiales de clubes chicos extranjeros porque existió Paco Casal y entre otros, hasta esto, Tabaré Vázquez. Pero ocurrirá. Y sin embargo (o, mejor dicho, con embargo) es muy comprensible que el animoso burócrata que dirige la DGI haya tomado esa decisión política creyendo sinceramente defender a los clubes, como se mostró ante la prensa.

Le comieron la oreja los mismos medios de desinformación que le dieron la victoria electoral a Damiani a cambio de su derrota judicial (la contra imagen de Casal). Pero este canje de imagen por dinero es distinto. Este es con plata del Estado.

En cambio es bastante difícil de entender la actitud de Casal. Puede que termine gastando en este juicio más dinero que el que la DGI le reclama. Pero no todo es únicamente cuestión de plata. Tampoco el poder. Menos la justicia.

lunes, 7 de abril de 2008

Autohomenaje con Onetti

Cuando me dieron a elegir el nombre de esta columna semanal, pensé en dos. Apuntes del natural, que es el de la mejor columna diaria escrita en castellano que conozco, la de Javier Ortiz y pensé en Onetti, casi sin pensarlo, así como se piensa en el vino cuando hay olor a asado. Mi veleidad optó entonces por auhomenajearse con el nombre de la columna semanal sobre cultura que Onetti escribía en Marcha, La piedra en el charco.

Tengo una coartada. Puedo aducir que es el más poéticamente hermoso, falsamente humilde y soterradamente provocativo nombre de columna que jamás haya existido.

En Requiem por Faulkner, Onetti recopiló algunas de aquellas columnas. Todas cumplen con la asordinada amenaza que el nombre contiene. A diferencia de Javier Ortiz, el columnista Onetti nunca se dejaba marcar la agenda por los medios. Aunque su columna no era diaria, tampoco era él de los que se dejan atemorizar por la página en blanco. Hay tantas cosas para decir, dice Javier Ortiz y las dice cada día. Cuando a Onetti le preguntan, en la famosa película reportaje que le hicieron en Madrid, por esa angustia que mentan tantos escritores, la de la página en blanco, contesta con un "no" redondo, largo y menor.

En La piedra en el charco fue donde el joven Juan Carlos Onetti dio su escandalosa definición de la identidad nacional: Atrás nuestro no hay nada, un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos. Es que esa generación era categórica, rebelde, terrible y crítica. Le llamaron la generación del 45, pero ellos se autodenominaban “la generación crítica”. Aunque Onetti era tan crítico que ni siquiera aceptaba pertenecer a esa generación. Decía que él era “de la generación del 44”.

Viviendo en España, llegó a hacerse decir, en Cuando entonces, “los que tenían razón eran sus charrúas, que hicieron a Solís a las brasas”. Se esté allá o se esté aquí y así no se crea en nada o solo en muy esenciales cosas, la cuestión es que la crítica es la de uno mismo siempre.