jueves, 31 de mayo de 2007

Estoy con el enemigo

Yo debería alegrarme por mi selección, por Danubio y por Nacional o Peñarol o Defensor o los equipos que eventualmente clasifiquen junto con el de la Curva para la Libertadores. La FIFA ha declarado fuera de juego a La Paz y a Quito. No tendremos que subir a jugar a la altura, en los próximos torneos continentales ni mundiales. 

Tendría que alegrarme por mis amigos, porque varios de los integrantes de los cuerpos técnicos de nuestros equipos son amigos míos o gente con la que me llevo muy bien. Pero resulta que voy a opinar contra sus intereses y contra los sentimientos de nuestras hinchadas y de mis lectores, seguramente y contra mis propias conveniencias. 

 La FIFA aduce que no es saludable jugar en la altura. No voy a discutir el punto. Pero si es así, debería prohibirse a todos que jugaran allí y si lo no saludable es subir a jugar a la altura, resulta una incoherencia que se haga jugar en la altura a los equipos de Santa Cruz, por ejemplo y no a los de Uruguay, Brasil o Europa –suponiendo que algún equipo europeo, de los que ya no venían a jugar a América ni por la Intercontinental, aceptara por algún improbable motivo jugar en Bolivia, con o sin altura–. Pero la incoherencia argumental de la FIFA –¿qué diferencia hay entre la salud de un uruguayo y un cruceño, por ejemplo?– es de una perfecta coherencia comercial. La altura permitida es justo la de México, es decir: la medida del mercado (la ecuación metros por aparatos de televisión). Y esta resolución, que hace cuarenta años que quiere tomarla, la concreta cuando asumen en Bolivia y Ecuador presidentes de Izquierda, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, y el primero de ellos nacionaliza hidrocarburos perjudicando a las grandes transnacionales petroleras, europeas, brasileñas y “argentinas”. 

Nada de esto es casual en una de las transnacionales más lucrativas del mundo, la FIFA, digitadora de mundiales (que a los países con menos poder de consumo nos ha robado unos cuantos), dirigida por décadas por Joao Havelange, denunciado por tráfico de armas y que supo tener de Vicepresidente a Carlos Lacoste, el organizador del Mundial de la dictadura argentina. 

Digamos que es una resolución a la altura de la FIFA y de los sucesores de aquellos, Blatter y Grondona. Tenerlos de amigos es como cuando tuvimos de amigos a Brasil y Argentina en la Triple Alianza. Estoy con el enemigo. 

Estos son los temas en que se nota más que las verdades son siempre concretas y nunca generales. 

Fernando Savater lo resolvería con un “mueran las patrias” a favor de los imperios y John Lennon con la misma frase a favor de Vietnam. Concretamente, entonces: lo siento por mis amigos y por mí. Pero no me vale nada ganarle al Bolívar en Santa Cruz. Al contrario, quiero jugarle en La Paz con los jugadores nuestros que, por experiencias o genética mejor se adapten a la altura. Después de todo es posible adaptarse a la altura o al llano. Ellos lo hacen y nosotros lo hemos hecho (y a veces les hemos ganado). 

En cambio, jugando a cuarenta grados a mediodía en países tropicales como ha hecho jugar la FIFA para la televisión, se mueren jugadores, no hay adaptación posible y también es imposible adaptarse a la insalubridad de las minas que los socios de Havelange y Blatter explotan desde hace quinientos años en Bolivia, donde el promedio de vida de los mineros es de treinta o cuarenta años.

martes, 8 de mayo de 2007

Chico Buarque de Amazonia

Durante un debate en una universidad de Estados Unidos (en el año 2000) le preguntaron al Senador Brasileño, Cristobao Buarque (primo del genial melodista y poeta y muy buen novelista Chico Buarque de Holanda), qué pensaba sobre la internacionalización de la Amazonia. El estadounidense introdujo su pregunta, diciendo que esperaba la respuesta "de un humanista y no de un brasileño".

Ésta fue la respuesta de Cristovão Buarque:

"Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra de la internacionalización de la Amazonia. Por más que nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio, él es nuestro. Como humanista, sintiendo riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, que es de suma importancia para la humanidad. Si la Amazonia, desde una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero. El petróleo es tan importante para el bien de la humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. Pese a eso, los dueños de las Reservas creen tener el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo, subir su precio. De igual forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado.

Si Amazonia es una reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar solamente por la voluntad de un dueño o un país. Quemar la Amazonia es tan grave como el enorme desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales. Por lo tanto, no podemos permitir que las reservas financieras sirvan para quemar países enteros, con la voluptuosidad de la especulación.

También, y antes que la Amazonia, me gustaría ver la internacionalización de los grandes museos del mundo. El Louvre no debe pertenecer solo a Francia. Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas del genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio cultural, tanto como es el patrimonio natural amazónico, sea manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país. Hace poco tiempo, un millonario japonés decidió enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro. Muy por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido internacionalizado.

Durante este encuentro, las Naciones Unidas están realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de países tuvieron dificultades para participar, debido a situaciones desagradables surgidas en la frontera de los EE.UU. Por eso, creo que N. York, como sede de las Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos Manhatan debería pertenecer a toda la humanidad. De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de Janeiro, Brasilia, cada ciudad, con su belleza especial e historia del mundo debe pertenecer al mundo entero.

Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonia, para no correr el riesgo de dejarla en manos de los brasileños, internacionalicemos todos los arsenales nucleares norteamericanos. Bastará pensar que ellos ya demostraron que "son capaces" de usar esas armas, pues YA LO HICIERON, con destrucción miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas en los bosques de Brasil. En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo, a cambio de la deuda. Comencemos usando esa deuda, para garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer, y de ir a la escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a todos ellos, sin importar el país donde nacieron, como patrimonio que merecen los cuidados del mundo entero, con tanto más cuidado del que se merece la Amazonia.

Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como "Patrimonio de la Humanidad", no permitirán que trabajen, cuando deberían estudiar; tampoco permitirán que mueran, cuando deberían vivir.

Por eso, como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonia sea nuestra. ¡Solamente nuestra!"

Este discurso me lo envió hoy pidiéndome que lo difundiera, Francisco Cordeiro (atribuyéndolo a Chico Buarque de Holanda, confusión muy frecuente a juzgar por las 144.000 entradas que salen en Google si se busca por Chico Buarque y Amazonia). Lo hago aclarando la identidad de su autor, otro chico, el luego Ministro de Educación de Brasil, Cristovao Buarque. Pero bien pudo haberlo sacado de los versos de su primo:
“¿quién estaba al volante del planeta cuando mi continente capotó?”

domingo, 6 de mayo de 2007

Un lugar en el Cerro

El viernes fui al Cerro a entrevistar a Luis “Peta” Ubiña. Vive en una casa espaciosa, confortable, cálida, cargada de recuerdos de un viaje por el mundo que el Peta hace cada vez más lento, mientras el mundo va cada vez más rápido. En lo del Peta hay un plato, un llavero y una copa por cada lugar del mundo que visitó. Apenas si le alcanzan las paredes, los estantes, las vitrinas de siete u ocho habitaciones de doscientos metros cuadrados de edificación, para sostener o guardar las fotos, los instantes, los campeonatos, los amigos, los países... Pero Peta sabe que su lugar en el mundo es uno solo: el Cerro. 

Aunque el mundo se lo haya dejado a la mala de Dios, él no quiso nunca mudarse de barrio, perder el lugar donde encontrarse con Juan Mujica, con el Cabeza Puente, con Ramón Cantou, con Willian Martínez, con Sabatell, Durán y Cajías, con el muelle del SOYP donde empezó a jugar al fútbol y con la escuela que no terminó. Algunos pueden pensar que está loco, que debió haber construido en otro lado, que debió adaptarse y dejar atrás un atavismo. Pero el mundo les llama locos a los sensatos. Para los desaprensivos no hay adquisición sin pérdida y es eso lo que conduce a la tremenda locura del que con el ascensor pierde la escalera, con el avión pierde el buque, con los tapones intercambiables de los zapatos de fútbol pierde los clavos que Hugo Bagnulo le hacía afilar y el Peta conserva en un pedestal de su casa. 

En 1938 un multimillonario estadounidense se dio el lujo de dar la vuelta al mundo en avión a velocidad récord. Howard Hughes, aviador, productor de cine y magnate, en unas pocas horas pasó por todo el mundo sin detenerse en nada, cumpliendo su máximo sueño de velocidad aeronáutica. El mundo se le hizo más chico que el barrio del Peta. Cuando volvió a Las Vegas, Hughes se encerró en un hotel donde vivió sus últimos años intoxicado. Nadie comprendió por qué murió loco y tan solo. Nadie logró averiguar qué le ocurrió exactamente durante ese vuelo. Hoy el mundo se acerca al mismo final que tuvo Hughes y ya quizá sea tarde, demasiado tarde, para darse cuenta que el Peta tiene razón.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Bartolomé de La vereda

El 31 concurrí a la entrega de los Premio Bartolomé Hidalgo en el salón Azul de la Intendencia. Me convocaba la premiación pero también, con especial afecto por mi conocimiento de esas obras desde sus orígenes, La vereda del destino de Tato López, que estaba nominada al Hidalgo revelación y Hola, Che, de Taco Larreta que lo estaba al de narrativa.

Para mi satisfacción ambos resultaron ganadores y pudimos festejar con la trouppe de Tato un premio que ni soñamos cuando emprendimos el proyecto de La vereda.... Taco no pudo concurrir por hallarse en función teatral.

El politólogo Adolfo Garcé y la historiadora Ana Frega se adjudicaron respectivamente. los Premios Bartolomé Hidalgo en Ensayo Político Histórico y en Ensayo Histórico.
Garcé por Donde hubo fuego, una minuciosa investigación en torno al proceso de inserción política del Movimiento de Liberación Nacional, luego de la recuperación democrática. Ana Frega, por su obra Pueblos y soberanía en la revolución artiguista. En tanto, el poeta Mario Benedetti recibió una distinción por su trayectoria.

Hola, che tiene en esta página un comentario específico. La vereda del destino además de Bartolomé a la revelación es un éxito de ventas sin precedentes en su género. La sexta edición del libro del Tato López ya está agotada en depósitos. Suceso sin par en autobiografías de deportistas uruguayos, con el agregado de que no es estrictamente una autobiografía sino una novela autobiográfica y más, un libro de viajes, un testimonio político, por momentos una humorada, en definitiva un género muy sui generis (valga la comparación con el primer grupo de Charlie García, porque el Tato nos cuenta tanto una etapa gloriosa de nuestro básquetbol como sus confesiones de invierno).

Pero el motivo de esta columna no es hablar de literatura (que bien valdría; sólo un par de cosas me gustan más que hablar de novelas: tratar de hacerlas y el amor), sino compartir un par de características personales que comenté sobre Tato en la presentación del libro. Porque tiene fama de problemático, de zarpado y de soberbio.

Problemático lo es por contradictorio, es decir propiamente humano. Zarpado por sus adicciones y más ahora que ha dejado atrás tantas otras para terminar metiéndose en la peor (este dulce vicio de novelar, no penado por la ley porque no es negocio). Pero niego categóricamente que Tato sea soberbio. Tal infamia se ha levantado sobre algunas guarangadas que ha dicho en la cancha. Por ejemplo aquella vez que llevaba más de cincuenta tantos convertidos y su marcador lo fauleó golpeándolo toscamente, entonces Tato, para terminar de desmoralizarlo, lo alentó: “convencete, sí, tocame que soy real”. Capaz que eso mismo le dijo Michael Jordan al Tato cuando le tocó marcar al genial afro en Los Ángeles. Son cosas que trascienden y hacen fama pero yo, que trabajé con Horacio López (le arrimé algunas teorías para que se encerrara a escribir con la misma disciplina que lo llevó a ser el tremendo basquetbolista que fue), doy fe de que es uno de los tipos más humildes que conozco. Al punto de que yo –con soberbia– me sentí Ruben Bulla (el primer técnico que tuvo en primera división, el uruguayo que él reconoce que lo marcó en su carrera), por la avidez y la pasión con que discutió hasta hacerme caso las más de las veces y que yo se lo hiciera a él las otras, siempre por convicción y por el esmero pródigo que puso, en cuanto estuvimos de acuerdo, en cada ejercicio de cada práctica, sin desaprovechar ni una sola indicación. ¡Aguante La vereda!

Merece el Bartolomé a la Revelación, que es un premio muy justamente denominado en homenaje al “poeta de la patria”, el de los cielitos de la revolución oriental, encargado del teatro patriótico de Montevideo durante el gobierno de Otorgués. Bartolomé murió en Buenos Aires, luego de un penoso exilio al no aceptar (fue uno de los pocos que entonces no traicionaron la causa artiguista) los ofrecimientos lusitanos cuando ocuparon la capital de la Banda Oriental.

La ceremonia de la entrega de los Hidalgo fue el momento cumbre de la 30ª edición de la Feria Internacional del Libro.

La tradicional muestra retornó este año al centro de nuestra capital, localización que resultó determinante en la masiva concurrencia del público y el éxito de las ventas. Según estima la Cámara Uruguaya del libro, organizadora del evento, la asistencia de público, que pudo ingresar en forma gratuita a la muestra instalada en el atrio de la IMM, superó largamente las 100.000 personas.

martes, 1 de mayo de 2007

El Costello de Los infiltrados

Ya fue escrito que “a partir de los años 1920 no es posible mantener clandestina una organización ciudadana por mucho tiempo, sin estar en connivencia con el poder o destruirlo. Si el dinero del delito no va a parar a ninguna de las organizaciones controladas de algún modo por el sistema, ya nadie puede confrontar a un poder medianamente informado, porque –esté en condiciones de probarlo o no– el poder sabe en dónde se mueve cada quien, en qué negocio, en qué banda. Por eso, desde hace ochenta años, ilegalizar un negocio es mafiosizarlo y es entregarlo a las arcas de los mandantes de los aparatos represivos” (Gardel antes de Gardel). En ese presupuesto sobre la incidencia del desarrollo tecnológico en la información de las organizaciones se basa la peli Los infiltrados, a partir de la revelación, por desclasificación de archivos oficiales en USA, de que Frank Costello trabajaba para el FBI.

El tratamiento que da Scorsese a la imagen de Costello va contra voluminosa parte de la mitología yanqui sobre los gangs, la de Al Capone en Chicago durante la ley seca, con las destilerías clandestinas, la extorsión, el afortunado Luchiano con los lupanares, el calabrés Costello con la timba y luego las drogas clandestinizadas tras el levantamiento de la ley seca (“cualquier cosa que sea ilegal la vamos a vender” había dicho Costello cuando otras familias cuestionaron las posibilidades de éxito de un polvito sin olor, sin sabor, sin cultura, que en ese momento no mataba tanto como el alcohol adulterado), la del juego entre liberal y fascista, según la cara que tocase de la moneda, que entrelazaba a los gans con el Estado.

Otras secuencias míticas: Costello en Los Angeles después de la alianza con Eisenhower para el desembarco en Italia, cuando se terminaron de derrumbar las bestias estilo Capone, mientras los “caballeros” como Luchy y Frank salían adelante. Capone transformando Chicago en un baño de sangre y viviendo algunos años dorados, porque era hombre de organización, no un frontera solitario tipo Dillinger, pero Costello y Luchiano superándolo en todo. Frank acordando con el Pentágono la libertad de Luchy a cambio de cooperar en la caída de Mussolini. Capone no podía. Era fascista. Su gente en la península y en Sicilia trabajó con el Duce. Así que soltaron a Luchy Luchiano. Lo pusieron en un avión para Casablanca o Marruecos, mientras los alemanes emitían una declaración del servicio de propaganda de Goebbels que decía: “Desde hace unos días se encuentra entre las filas del ejército de intervención de USA el conocido gangster americano Humphrey Bogart. Esa es la baja moral de nuestros enemigos, los aliados”.

“Claro que hablo con el FBI” dice Jack Nicholson, en un Costello cruel hasta rebasar la imagen de Capone y racista hasta odiar a Kennedy por irlandés y "negro", un Costello aggiornado con celulares de última generación, ajusticiado al final de la película. Ese cierre nos remite a la pregunta que le hace al niño al inicio del film: “entre la banda y la policía ¿cuál es la diferencia?”. Al final todos son infiltrados porque sencillamente no hay infiltrados; es simplemente la manera de controlar el mismo negocio, el del sistema. Ni siquiera el delegado del gobierno chino que aparece en la transa de los microprocesadores es realmente un infiltrado. Tan si acaso un intruso.